La historia de los Porteños ocupando el Liberaij es tan popular que como no podía ser de otra manera quedó perpetuada en la voz del Canario Luna con “Brindis por Pierrot”, popular canción escrita por Jaime Ross. Pero hoy no vengo a hablarte sobre ésta soberbia composición porque ya lo hice en otro vídeo, hoy te vengo a contar la historia de tres argentinos que en un caluroso 5 de noviembre de 1965 ocuparon el edificio Liberaij de Montevideo y terminaron siendo recordados por el colectivo social tras provocar una sangrienta batalla contra más de 350 policías armados hasta los dientes y que desembocó en un predecible, mortal y poetizado final.
Ésta historia repercutió tanto en la gente y dejó tantas preguntas sin responder que a más de 50 años todavía es coversa popular.
Pero antes de seguir con la batalla del Liberaij, para entender mejor ésta historia tenemos que rebobinar el tiempo 37 días atrás y viajar a la ciudad de San Fernando, ubicada en la Provincia de Buenos Aires.
El Robo al Banco de San Fernando
Pasadas las cuatro de la tarde el policía Francisco Otero escucha las detonaciones de una ametralladora y ve cómo decenas de personas corren por la plaza principal de San Fernando.
Francisco está en la camioneta que minutos antes había sacado la plata para pagar los sueldos de los empleados municipales, el agente gira su cuello y mira los bolsos llenos de guita sabiendo que vienen a por ellos, pero poco pudo hacer, lo acribillaron, dos tiros en la cabeza, uno en el pecho y una ráfaga en la espalda, muere ahí mismo, a muy pocos metros de la sucursal del Banco Provincia.
Del banco había retirado -junto a otros tres empleados municipales- siete millones de pesos, unos USD$30.000 dólares de aquella época. Uno de los municipales corre hacia la sucursal del banco para resguardarse mientras que los asaltantes disparan desde dos posiciones diferentes, las balas le siguen a cada paso y atraviesan la gruesa puerta de madera del edificio. Los otros dos empleados, heridos, quedan tendidos junto al cadáver del policía Francisco Otero. Uno de ellos muere una semana después. Testigos del lugar afirman haber visto al menos cuatro asaltantes.
Los delincuentes agarran la plata y se rajan al palo en un Chevrolet 400 rumbo a la avenida Libertador, dejando tres heridos graves y un agente muerto. Logran zafar de los agentes de la Comisaría 1a. de San Fernando que los perseguían furiosos por la muerte de su compañero de sólo 39 años, una década de servicio y padre de cinco niños.
En el cruce de Libertador y Quintana, un cerco policial los espera, los malandras no dudan en acelerar, pasan disparando con su ametralladora.
Uno de los agentes se sube a una moto y empieza a seguirlos de cerca hasta el barrio de Martínez.
Ahí frente a la comisaría empieza un tercer y violento tiroteo. Uno de los delincuentes resulta herido y pierde el control del auto. Las puertas quedan abiertas y en el piso brilla una ametralladora calibre nueve milímetros que en medio del caos dejan abandonada, y atentos a esto porque será una pieza importante en éste caso.
Los delincuentes siguen a pie mientras disparan y huyen de los policías, hasta robar un segundo auto que está en medio del tiroteo con dos ocupantes que terminan de rehenes y que logran cesar por unos segundos los disparos, segundos que bien supieron aprovechar para huir hacia el oeste.
Llegan al cruce de Pacheco y las vías del ferrocarril Mitre, donde encuentran la barrera baja por que el tren está llegando. Así que fiel a su estilo encañonan al banderillero y lo obligan a abrir el paso.
Continúan hasta la avenida Santa Fe y después se pierden en la autopista Panamericana.
La Banda de la Metralleta
La ametralladora que dejaron abandonada en el auto es lo que los condena. La policía puede asociar esa ametralladora con una que había sido robada tiempo antes y con esto identifica a los vendedores del arma. Éstos vendedores le confirman a la policía quiénes son los asaltantes del banco de San Fernando, pero no sólo eso, también confiesan que fueron ellos quienes les dijeron la fecha en que se trasladaba el dinero ya que uno de sus primos era empleado municipal. Señalaron como miembros del grupo criminal a Carlos Alberto Mereles, de 22 años, y Enrique Mario Malito, de 24.
La persecución de los detectives los lleva al apartamento “A” del 3er piso ubicado en el barrio Palermo de Buenos Aires, donde detuvieron a varios familiares de Mereles, además encuentran dos ametralladoras calibre 9 milímetros y $778.000 pesos, casi USD$5.000 dólares de la época.
Los investigadores también descubren que los otros dos autores del asalto son Roberto Dorda, de 32 años, y Marcelo Brignone, de 22.
Éstos delincuentes no eran como cualquier otro de la época, estos tenían dos caras, por un lado eran muy violentos, algo fuera de lo normal para la época, pero a su vez, eran educados, eran padres ejemplares…
Ahora los asaltantes están prófugos y se escapan a Uruguay, sin embargo los investigadores aún no lo saben, durante meses van a ciegas y mientras tanto detienen a 18 colaboradores por encubrimiento.
Montevideo
En Montevideo los delincuentes la están pasando bomba, van a los casinos, se rodean de minas, se están dando la gran vida a pesar de estar en todas las tapas de los diarios Argentinos.
La realidad es que no se estresan mucho, no se andan ocultando.
De hecho siguen con los robos, aunque más pequeños, menos importantes. No se sabe si siguen robando porque la guita se les está terminando o porque simplemente lo llevan en su ADN.
La corrupción que hay en ambos lados del río les deja lugar a que todo les chupe un huevo, hasta que el policía Alberto Cancela Britos andaba un día caminando por las calles de Montevideo y ve a unos hombres que están cambiando la matrícula de un auto. Por desgracia para el agente Britos, está en el lugar y en el momento justo que lo lleva a ser ejecutado a tiros en el acto. Esta vez, no hubo corrupción policial que pudiera seguir haciendo la vista gorda, ahora hay un policía muerto, algo poco común por estos pagos.
La Cacería
La cacería a “Los Porteños” había empezado.
Luego que el grupo matara a Cancela Britos, uno de sus miembros -Enrique Mario Malito- decide separarse y huir por su propia cuenta.
4 de Noviembre
00:00hs
A la medianoche del 4 de noviembre un informante llama a la policía y pide hablar con un jerarca que él conocía, el informante tiene varios antecedentes policiales, su nombre es familiar en la dependencia policial. El informante dice que un grupo de pistoleros llegados desde la Argentina lo habían presionado obligándolo a protegerlos, por lo cual había recibido una muy importante cantidad de dinero, unos $80.000 pesos, una pequeña fortuna para la época, a cambio de buscarles un buen escondite. El informante dice que no quiere comprometerse en esto y que si la policía le asegura su vida y su anonimato él llevaría a los delincuentes donde ellos quieran ya que él no tenía un apartamento donde alojarlos.
Edificoi Liberaij, Apartamento 9
La policía le dice que lleve a los porteños al edificio Liberaij, calle Julio Herrera y Obes 1280, primer piso, apartamento 9.
El informante se va sólo con las llaves.
07:00hs
Sobre las siete de la tarde llega con los tres pistoleros cerca del lugar, sin embargo éstos no confían a ciegas en él, así que estacionan el auto a unos 200 metros del edificio y siguen a pie.
Dos de ellos entran al edificio, el otro, Brignone, camina más lentamente con el informante y se quedan unos cinco minutos parados en la puerta, previendo que pudiera tratarse de una trampa, Brignone, observa el entorno del lugar y comprueba que todo esté tranquilo.
Sólo ve a un peón de mudanza que está en la casa de la vereda de enfrente, a Brignone no le preocupa su presencia, lo único destacable de aquel peón era el mueble que tenía que mover, era considerablemente más pesado que su capacidad de hacerlo.
Lo que nunca imaginó Brignone es que en realidad se trataba de un agente camuflado en vez de un peón, estaba ahí para verificar si efectivamente la operación se concretaba.
Poco después sube también Brignone junto al informante al apartamento 9, abren una botella de whisky y brindan.
07:30hs
A las siete y media el tipo que los había llevado hasta ahí les propone acompañar la bebida con algunas milanesas que se ofrece a ir buscar.
07:45hs
A las ocho menos cuarto llama a la Jefatura e informa que los tres ya están adentro. Vuelve al edificio, bebe y come con ellos.
Finalmente los tres porteños se sienten confiados.
Al rato el informante les propone ir a buscar más whisky y algo de vino y comida para que no les falte más tarde.
Sale al pasillo, camina hasta la calle y nunca más vuelve.
5 de noviembre de 1963
22:00hs
A las 22 horas del 5 de noviembre de 1963 la policía tiene al edificio Liberaij completamente rodeado, empiezan las negociaciones a través del portero eléctrico, pero no hay tregua, se está desatando “La Batalla del Liberaij”. Un extenuante infierno que se extiende durante 16 dramáticas horas.
Los delincuentes disparan contra la policía para abrirse paso al otro apartamento del edificio en busca de un camino de fuga.
El primero en morir es el comisario Santana Cabris.
Sabían (o creían) tener el tiempo a su favor y alcoholizados o drogados (nunca se supo realmente) se les escuchaba reír y putear.
Las horas pasan mientras todo Montevideo se conmociona y decenas de miles de personas llegan al lugar atraídas por las emisoras de radio que dejan de poner a Los Shakers para pasar a informar lo que está pasando minuto a minuto.
Era un relajo, la policía no había vallado el lugar.
Prácticamente toda la policía de Montevideo esta ahí, son 350 disparando contra el edificio. También usan un lanzallamas y cócteles molotov en un edificio que no fue evacuado previamente, en pocas palabras, podrían haber matado a todo el mundo ahí adentro. El edificio se envuelve en llamas, seguramente a causa de las bombas molotov que están lanzando los policías. La policía también usa una máquina para agujerear las paredes. Tiran agua con la intención de inundar el edificio. ¡Es cualquier cosa! ¡Es un completo delirio! ?Algo completamente insólito! ¡Pura improvisación!
Los policías hablan una y otra vez con los delincuentes a través del portero eléctrico asegurandoles que van a salir con vida si se entregan, lo cierto es que los delincuentes no lo creían así, afuera hay muchas caras, caras de pocas pulgas y muchas de esas caras conocidas, policías que ellos conocen, que venían persiguiéndolos desde Argentina y que no les inspiraba confianza, como Ernesto Verdún que una década después de éste suceso fue investigado por el periodista Roberto Walsh en la dictadura por casos de tortura. Por tanto en sus mentes ven su destino sellado, saben bien que sea como sea van a morir, así que no van a ceder, eligen luchar hasta la muerte.
6 de Noviembre
Al día siguiente y luego de batallar durante toda la madrugada, Dorda y Brignone ya están muertos.
Sin embargo Mereles aunque herido sigue atrincherado en un baño destruido por los balazos. Mereles se asoma a una ventana y con la última munición que le queda, sin que nadie lo vea, apunta y fusila al policía Héctor Aranguren, un botija de 21 años.
02:00hs
Alrededor de las dos de la tarde los disparos cesan. La policía entra al apartamento y encuentra los cuerpos de Dorda y Brignone mientras que Mereles muere sólo unas horas después.
Las crónicas policiales cuentan que el jefe de policía muestra orgulloso su puño bañado en sangre y grita: “¡Yo le di el último puñetazo!”
Una foto es tomada cuando el último delincuente aun vivo sale en una camilla, es una de las últimas que fueron tomadas, no fue publicada en Uruguay, sólo en diarios Argentinos, la foto muestra el zapato de un oficial a punto de imprimirse sobre la cara de Mereles mientras es llevado aún vivo al hospital.
Mario Malito, el otro integrante que escapa, muere 20 días después en Buenos Aires, en un supuesto tiroteo donde no queda claro si se suicidó o lo mataron, si fue por un enfrentamiento o directamente una ejecución a manos de la policía que estaba bajo las órdenes de Ernesto Verdún.
Como dije antes, ellos sabían que su destino estaba marcado.
La Guita y las Armas
Y a todo esto ¿Dónde está la guita y las armas?
Cuando la policía entra al apartamento no encuentra la plata, si, de acá viene el nombre de la famosa película “Plata Quemada” porque creen que los delincuentes la quemaron, pero en realidad nadie sabe, de hecho, la película es una ficción que se basa en una novela homónima que también es de ficción, por tanto, el libro y por consiguiente la película se basan en ésta historia real tomándose muchas libertades, pero en éste artículo no voy a tocar éste tema. Las armas pesadas que tanto les ayudaron a resistir la balacera tampoco fueron encontradas, desaparecieron de alguna manera, solo se encontraron dos pistolas.
Otra hipótesis respecto a la plata es que no hubiera sido quemada, pero dónde carajos puede estar mejor lo dejo a tu imaginación.
Y ya que estoy haciendo alusión a la viveza criolla, el portero del edificio bien supo representarla porque en los siguientes días empezó a cobrar $5 pesos a quienes hacían cola en la puerta del edificio para ver con sus propios ojos el escenario de la matanza. El negocio se le terminó cuando lo denunciaron y lo llevaron a jefatura a responder por ello.
Esa semana, la revista “Al Rojo Vivo” agotaría 140.000 ejemplares una hora después de aparecer en los kioscos con el informe y las fotos exclusivas del episodio.
El morbo estaba a la orden del día y esto me lleva a hablarles a ustedes sobre la glorificación del Malandra.
La Glorificación del Malandra
La historia de los Porteños ocupando el Liberaij de Montevideo perdura desde hace más de 50 años porque nos encanta romanizar las historias de villanos.
Estos tipos eligieron pelear hasta morir y a ello le adjudicamos una connotación poética.
Un ejemplo reciente es la glorificación del asesino serial Jeffrey Dahmer luego de popularizarse en la serie de Netflix.
La realidad es que estos delincuentes y asesinos estaban hasta las manos y su única “salida” era paradójicamente la muerte. Sabían que ese iba a ser su final. Así que tomaron la decisión obvia, pero nada tiene que ver con su coraje como cuchicheaba la gente.
En otras palabras, estos cuatro son como dijo el finado Jorge; “una manga de ladrones del primero hasta el último, ¿entiende?”.
Abrazo gente, ¡nos vemos!