Young es una ciudad de 15.000 habitantes, ubicada a unos 350 kilómetros al noroeste de la capital de Uruguay, Montevideo. La ciudad creció alrededor de una estación de trenes en la que ya no circulan trenes, tampoco tiene canal de televisión propio y cuenta con alguna que otra emisora de radio local.
“Desafío al Corazón” era el nombre del programa de televisión que se hacía en Montevideo y se emitía por Canal 10, era conducido por Humberto de Vargas en el estudio y Paola Bianco en exteriores. En el programa se hacía lo que ellos llamaban “pruebas solidarias”, que de cumplirse la prueba se conseguía un premio benéfico para una institución necesitada.
Cuando se anunció que el programa visitaría la ciudad para hacer una de sus “pruebas” la gente de Young se vio entusiasmada con la idea ya que iba a beneficiar a su pequeño y limitado hospital, un Hospital querido por su gente y fundamental para la ciudad, pero que ni siquiera tenía una ambulancia.
La iniciativa vino de Griselda Crevoisier, administrativa del hospital quien se había puesto en contacto con la producción de Desafío al Corazón.
La prueba fue ideada por Ernesto Depauli y Fernando Seriani, quienes intercambiaron emails con el director del hospital, Pablo Apollonia, Apollonia aceptó la idea.
El desafío consistia en remolcar a mano una locomotora de la agencia estatal de ferrocarriles AFE con su motor apagado y con dos vagones enganchados a él, a una distancia de 75 metros ¿por qué 75 metros? el porqué poco tiene que ver con un previo análisis de capacidad o seguridad, la razón es muy simple, el hospital había cumplido 75 años.
La noticia entusiasmó a todos porque combinaba dos pasiones de Young: la televisión y el hospital.
Con el dinero del desafío se mejoraría el sistema de calefacción del hospital, que hasta entonces consistía en estufas eléctricas domésticas que se rompían porque no estaban hechas para estar prendidas todo el día en lugares tan amplios.
Sin ningún tipo de cálculos científicos, ni ensayos previos, Young se preparó para el desafío que les daría 30 mil dólares para la calefacción de su hospital.
Los niños pintaron carteles, los pasacalles tapizaron la ciudad, la prensa del pueblo llamaba a la gente a participar, se abrió una página en internet para los oriundos de Young que habían emigrado fuera del país e incluso se hizo un jingle que decía “No se quede en casa / Ni en la oficina / Venga usted y la vecina / Venga usted y la vecina / Vengan todos y todos juntos lucharemos / Y la meta cumpliremos“.
Apollonia, el director del hospital, llamó al comisario Julio Sosa, el jefe de policial del pueblo para tomar medidas sobre la seguridad del “desafío”, discutieron y no se pusieron de acuerdo en algunos puntos, pero entre otras cosas, ambos acordaron que un grupo de jubilados e integrantes de un plan laboral de emergencia estatal que hacían trabajos poco calificados, ayudarían a controlar la seguridad.
El día de la tragedia
Es 17 de marzo de 2006, es verano y el entusiasmo es enorme, llovió durante horas, el piso está embarrado y las vías del tren están tan resbaladizas que son una invitación a caerse.
Poco después del mediodía llega desde Paysandú la locomotora de 56.000 kilos, los ferroviarios dejan la máquina en una de las tres vías que pasan frente a la estación, específicamente en la que corre pegada al andén, que como pasa en todos los andenes, tiene una elevación que oficia como muro para quienes estén debajo, este muro arrincona a quienes estén entre él y el tren. Nadie pudo explicar por qué se eligió de entre las tres, esa vía, un detalle clave en la tragedia.
Luego de un rato llega el equipo de televisión de Canal 10 quienes por modus operandi no participan de la organización del evento.
Mientras tanto una multitud de 4000 personas se amontona con emoción en la estación de trenes, el propio director del Hospital del Young está ahí, la desorganización es evidente.
Adriana Borba, una profesora de educación física del liceo del pueblo intenta guiar las maniobras con un megáfono, pero una red de parlantes instalados en el predio alientan a cinchar de la cuerda en vez de ayudarle a guiar las maniobras.
Se supone que unas 60 personas van a cinchar de las largas cuerdas atadas a la locomotora, pero ¿porqué 60 personas?, una vez más, porque sí, en esto tampoco se hicieron cálculos matemáticos para tomar la decisión. Sin embargo en vez de ser 60 son 300 personas agarrando las cuerdas, hasta los bomberos participan de la cinchada, también adultos mayores y niños.
La profesora Borba, había previsto inicialmente usar 4 cuerdas de las que se cincharía, pero sumó dos más, porque la locura lo amerita.
En medio de la llovizna y empujados por el fervor de los medios, la muchedumbre empieza a cinchar antes de la hora pactada, otros empujan el tren desde atrás, la locomotora tiene los frenos puestos y no se mueve.
En la otra punta, recostados sobre el muro que separa la vía del andén, esperan unas 20 personas mientras aplauden y dan aliento a quienes empujan la máquina.
La profesora vuelve a agarrar el megáfono para pedir que se dispersen del lugar quienes nada tienen que hacer ahí, pero es imposible controlar a la multitud, no se ven policías o alguien que ponga orden. Apollonia, director del hospital, llama a la comisaría para protestar por la falta de policías.
Un participante cuenta en la crónica: “Había gente que decía ‘esto va a terminar mal, pero la inmensa mayoría de los que estábamos viviendo esa fiesta no nos queríamos dar cuenta“.
En un momento la profesora hace un gesto que es interpretado de forma opuesta a sus intenciones por parte del operario del tren, ella jura que no hizo seña alguna, pero los pocos operarios de AFE que fueron enviados a Young sin ninguna instrucción concreta interpretan que tienen que sacar los frenos.
Toda la gente grita como loca “¡Vamos! ¡Vamos!” mientras suena bien alto el single en los parlantes instalados en el predio y aunque faltan diez minutos para empezar con la prueba, se sacan los frenos de la gran mole de acero.
En pocos segundos todo se va de las manos, varias personas empiezan a resbalar y son atropellados por el tren, incluso un niño de 14 años que no tenía que estar ahí. Los que escaparon de las ruedas, son aplastados contra el muro del andén.
El mastodonte de más de 50 toneladas se va comiendo todo y mutilando a quienes caen a su paso. Una señora cuenta “me caí y me levanté sin el brazo“.
No se pueden distinguir los gritos de dolor mientras devora a la gente.
Incluso Paola Bianco, la conductora de Canal 10 en exteriores está arriba del tren cuando éste empieza a moverse, estando embarazada de seis meses tiene que tirarse, se cae de panza y sufre varios golpes.
Para cuando logran activar el mecanismo que frena la pesada máquina, ésta queda en medio de la calle impidiendo que los vehículos evacuen a los heridos hasta el hospital.
Si bien está todo organizado para ayudar al Hospital, el Hospital ni siquiera ponbe una ambulancia en el lugar.
Los médicos que también participan de la prueba van a atender a los heridos que tienen amputaciones de piernas, brazos y manos, desgarros y golpes.
Tampoco hay en el lugar camillas, los heridos son subidos a tablas y se los lleva como sea en una mórbida paradoja al hospital, al mismo hospital por el cual se hace el Desafío.
Ocho personas mueren, cinco adultos y un niño son aplastados en el acto, y un hombre de 64 años muere de un ataque al corazón cuando ve el cuerpo de su mujer completamente destrozado bajo las ruedas del tren, otra mujer muere poco después.
Unos 1200 escolares habían dejado las aulas para participar de la fiesta y son testigos involuntarios del mortal accidente.
El propio intendente del departamento, Omar Lafluf está en el lugar ya que es el encargado de comenzar con el desafío, anuncia un duelo de tres días.
Al otro día de la tragedia seis víctimas son enterradas en Young y el Canal 10 aprovecha la ocasión para limpiar su imagen y lleva a su staff de famosos y los pone frente a las cámaras.
Ese fin de semana, un vecino dona los 30.000 dólares que el hospital necesita.
Dos semanas más tarde el Canal 10 emite un programa llamado “Todos por Young”, contando según ellos la versión oficial de los hechos y como “el amor desbordó al pueblo y lo llevó a la tragedia”. Se recolectan U$D100.000 y las familias de los muertos y heridos graves reciben unos 7.000 cada uno.
La familia del ex comisario Recova, que muere en el lugar, no acepta el dinero. Después de un litigio judicial de una década sus hijos ganan un juicio contra el Canal 10 y el Estado, y ni siquiera se quedan con la plata, compran una ambulancia y la donan al Pueblo Grecco ubicado a unos 70km de Young.
Luego varios psicólogos llegan desde Montevideo para atender a una población en shock.
En la prensa y en especial en la televisión, la tragedia pronto se pierde en el espacio.
Todo este acontecimiento causa repercusiones;
El programa “Desafío al Corazón” deja de emitirse de un día para el otro, aunque ya tienen grabado otro programa donde el beneficiario es el hospital de Tacuarembó y las pruebas las hace un “mentalista” que maneja con una venda en sus ojos un auto entre gente sentada en el camino. La otra prueba que hacía el “mentalista” era cortar de un machetazo una sandía puesta sobre la cabeza de un voluntario…, doy fé de que esto pasó porque una persona cercana a mi oriunda de Tacuarembó recuerda como si fuera ayer ese evento que congregó a muchos Tacuaremboenses. Con el diario del lunes sabemos que ahí no pasó nada, pero también ahí como en Young estaban todos los indicios de que algo iba a salir mal y esto demuestra que más acá o más allá este programa de televisión de Canal 10 estaba tentando al destino y también demuestra que lo que pasó en Young entraba dentro de la lógica de lo que tarde o temprano iba a pasar.
Tras una breve pausa, el programa “Desafío al Corazón” vuelve el 25 de abril de ese mismo año, aunque nunca se emite el capítulo grabado en Tacuarembó.
No se responzabilizó a ninguna de las instituciones que participaron, ni el Ministerio de Salud Pública, ni la Intendencia de Río Negro, ni la Policía, ni los Bomberos, ni el Canal 10 u otras empresas del medio que participaron en la organización. La única persona que es llevada a la justicia, es el maquinista de AFE, que fue absuelto en 2009.
Nadie fue preso, a pesar de que varios murieron, muchos salieron heridos y mutilados, para la justicia nadie parecía haber sido responsable de esto.
Mario Suárez fue el juez que trabajó en el caso y mirá lo que dijo; “¿Para qué penalizar y condenar a la gente? Yo creía que una sociedad que se encolumna tras un noble propósito como dotar de calefacción y de un buen equipo al Hospital de Young no merecía la intervención del Derecho Penal“.
Al final, el hecho de que murieron ocho personas y varios otros quedarán mutilados terminó en la nada, comenzando principalmente por las distintas instituciones estatales que participaron y habilitaron el evento en dichas condiciones y pasando por el Canal de televisión, el Canal 10, que era quien se beneficiaba del negocio, un negocio que salía a través de la TV de todos los Uruguayos.