Experimento Milgram: El Lado Oscuro de la Humanidad

¿Qué tan probable es que bajo el mismo contexto que vivieron los solados y el pueblo alemán en la segunda guerra mundial, vos hicieras lo mismo que hicieron ellos?

¿Qué tan probable es que lastimes a tu prójimo cuando alguien más te lo pida?

Incluso en un contexto ajeno a la guerra, en un contexto seguro, académico, en una prestigiosa universidad o en un plató de televisión en vivo, ¿qué tan probable es que le causes daño a alguien?

Te puedo confirmar que muy probablemente le hagas daño a otro, aunque esa no sea tu voluntad, aunque puedas parar de hacerlo cuando quieras, y en este artículo te lo voy a demostrar.

Bienvenido a mi análisis en donde vas a descubrir el mundialmente reconocido y prestigioso experimento científico que revela el lado oscuro de la miseria humana, en el que se demuestra que el 81% de nosotros lastimaría a otro como obedientes ovejitas para complacer al pastor.

Este es el articulo que no quieren que leas.

Preámbulo: La Parábola de Stanley

Esta no es una tesis de un videojuego, este es un documental acerca de un experimento sobre la obediencia, pero fue en realidad un videojuego el que me llevó a investigar y hacer este análisis. No te preocupes que no voy a hacer spoilers, porque ese videojuego es una obra maestra con un camino de ida que sólo se puede vivir una vez y no te quiero arruinar la experiencia, pero si te voy a contar -sin spoilers- cómo comienza:

Mientras se observa a un empleado en una oficina frente a una computadora, un narrador comienza a hablar;

The Stanley Parable

Esta es la historia de un hombre llamado Stanley. Stanley trabajaba para una compañía en un gran edificio donde era el empleado número 427. El trabajo del empleado 427 era simple. Se sentaba en su escritorio en la Habitación 427 y presionaba los botones en un teclado. Las órdenes le llegaban a través del monitor en su escritorio, diciéndole qué botones presionar, durante cuánto tiempo y en qué orden. Esto es lo que el empleado 427 hacía cada día de cada mes de cada año. Y aunque otros lo habrían considerado desgarrador para el alma, Stanley disfrutaba de cada momento en el que llegaban las órdenes, como si hubiera sido creado exactamente para este trabajo. Y Stanley era feliz.

Pero un día, algo muy peculiar pasó, Stanley estuvo en su escritorio durante una hora antes de darse cuenta que no había llegado ni una sola orden a su monitor. Nadie había aparecido para darle instrucciones, convocar una reunión o siquiera decir “Hola”. Algo estaba realmente mal.

Cuando el narrador deja de hablar y Stanley da tan solo algunos pasos, el narrador dice: “Stanley decide ir a la sala de reuniones…”. Cuando Stanley pasa a través de sala de reuniones y llega a un cuarto con dos puertas abiertas frente a él, el narrador dice: “Cuando Stanley llegó a donde están las dos puertas abiertas, entró por la puerta de su izquierda.”

Yo no te voy a contar qué pasa si entras por la puerta izquierda como anuncia el narrador ó qué pasa si decidís desobedecer al narrador y entras por la puerta derecha, pero si te voy a preguntar ¿a qué puerta hubieras entrado vos?.


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Capítulo 1: La Banalidad del mal

En los Juicios de Núremberg de 1945 y 1946 se buscó sancionar a los responsables de los crímenes y abusos contra la humanidad cometidos en nombre del Tercer Reich. Adolf Eichmann, un oficial mediano de las SS zafó de esta primera instancia, que logró huir a la Argentina, pero fue encontrado y secuestrado luego por los servicios secretos israelíes, juzgado en Jerusalén por un tribunal israelí fue condenado a muerte y ejecutado en 1962.

Adolf Eichmann en los juicios en Israel.

La Doctora en Filosofía Hannah Arendt (que para ser honesto y respetuoso con ella, aclaro que no se siente una filosofa como tal), hizo un informe del Juicio de Adolf Eichmann y en al siguiente año, en 1963 publica un libro llamado Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal, en él la autora afirma que aparte de un deseo de mejorar su carrera, Eichmann no mostró ningún rastro de antisemitismo o daño psicológico. En el juicio Eichmann, no mostró ni culpa ni odio, alegó que él no tenía ninguna responsabilidad porque estaba simplemente «haciendo su trabajo»: Él cumplió con su deber…; no sólo obedeció las órdenes, sino que también obedeció a la ley..

LO QUE PARA EICHMANN ERA UN TRABAJO… PARA LOS JUDÍOS ERA LITERALMENTE EL FIN DEL MUNDO

Adolf Eichmann

No menos de seis psicólogos examinaron a Eichmann, no solo no le encontraron ningún rastro de enfermedad mental, sino que tampoco encontraron pruebas de personalidad anormal.

En otras palabras, era una persona normal.

A partir de este documento, muchos concluyeron que situaciones como el Holocausto pueden hacer que incluso el más común de los humanos cometa crímenes horrendos con los incentivos adecuados, pero Arendt se muestra rotundamente en desacuerdo con esta interpretación, ya que Eichmann era libre en su voluntad. Arendt insiste en que la elección moral sigue siendo libre, incluso en el totalitarismo.

Yo pienso igual que Arendt respecto a la libre voluntad y en especial a la libre elección moral, pero después de conocer lo que te voy a contar, muchas incertidumbres surgirán en torno a esto.

Capítulo 2: El Experimento de Stanley Milgram

Te mencioné al principio que el precursor de este documental fue el videojuego The Stanley Parable, principalmente por lo peculiar del mismo, que como también te mencioné antes, no voy lo voy a hacer spoiler, pero hay otra conexión y es su nombre; Stanley… Stanley Milgram.

Stanley Milgram

Stanley Milgram fue un Psicólogo Estadounidense nacido en el barrio del Bronx, Nueva York. Hijo de judíos que emigraron a Estados Unidos tras la Primera Guerra Mundial. Si bien la temática y el nombre coinciden no encontré una referencia oficial por parte de sus creadores que confirmen esta conexión, pero no puedo dejar de verla, está presente en cada pequeño rincón en The Stanley Parable.

Milgram se inspiró en el informe de la filósofa Hannah Arendt sobre el juicio al criminal de guerra alemán Adolph Eichmann.

En 1974 Milgram publica un libro titulado Obediencia a la Autoridad, Una Visión Experimental, en él expone sus conclusiones sobre el hoy mundialmente conocido Experimento Milgram, realizado en la Universidad de Yale en Estados Unidos, un experimento que investiga sobre la obediencia y la autoridad.

Milgram quería saber sí Eichmann y su millón de cómplices en el Holocausto solo siguieron órdenes, sí se los podría llamar a todos cómplices. Milgram quería saber si en realidad cualquiera sería capaz de hacerlo bajo ciertas circunstancias.

Así que creó el método para descubrirlo.

El Método

En un cartel puesto en una parada de bondi de Florida se piden voluntarios para participar en un ensayo relativo al «estudio científico sobre la memoria y el aprendizaje» que se realizará en la Universidad de Yale, se les paga cuatro dólares (unos 41 dólares actuales) más 50 centavos del transporte. Los participantes deben tener entre 20 y 50 años de edad con todo tipo de educación, desde quienes recién salieron de la secundaria a participantes con doctorados.

Se les dice que representarán el papel de un profesor o maestro ayudando a alguien a mejorar su memoria. Lo que no se les dice a los voluntarios es que en realidad van a ser parte de una investigación, de un experimento sobre la obediencia a la autoridad.

En el experimento el voluntario tiene que administrar descargas eléctricas a otra persona cada vez que esa persona respondiera incorrectamente a una pregunta. Las descargas eléctricas son en realidad ficticias, y quien las recibe es en realidad un actor que finge dolor y sufrimiento.

Milgram está tratando de explorar hasta qué punto la gente estaba dispuesta a obedecer a una autoridad, incluso si esta les pide hacer algo que consideran inmoral o perjudicial para otra persona, les pide algo que es capaz de provocar un gran dolor e incluso la muerte: los resultados fueron alarmantes.

Se hace pasar a los dos voluntarios a una oficina para explicarles el sistema,uno de ellos en realidad no es un voluntario sino un actor, se les pide que elijan un papel de una caja que determinará su rol en el experimento. El cómplice agarra su papel y enseguida dice que le tocó como alumno, o sea, quién va a recibir las descargas eléctricas. El otro participante voluntario agarra el suyo y ve que dice maestro, o sea, quién va a ejecutar las descargas eléctricas. En realidad en ambos papeles ponía maestro y así se consigue que el voluntario con quien se va a experimentar agarre forzosamente el papel de maestro.

E: Maesto / Investigador / Científico
T: Alumno (voluntario)
L: Actor

Separado del maestro por un módulo de vidrio, el alumno se sienta en una especie de silla eléctrica y se lo ata para impedir un movimiento excesivo. Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema para evitar quemaduras, se le dice y se le señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no van a provocar daños irreversibles. Todo esto lo observa el participante voluntario.

A los participantes se les avisa que el experimento está siendo grabado.

Al principio tanto al maestro como al alumno se les da una descarga real de 45 voltios con el fin de que el maestro compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que va a recibir su alumno. Luego el investigador que está vestido de bata blanca, se sienta en el mismo módulo en el que está el maestro, le dice al maestro una lista de palabras que debe de enseñar al alumno. El maestro le lee las palabras al alumno que debe memorizarlas y luego responder a una pregunta con cuatro posibles respuestas. Si la respuesta es errónea, el alumno recibe del maestro una primera descarga de 15 voltios que va a ir aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, hasta los 450 voltios. Si es correcta, se pasa a la palabra siguiente.

Máquina usada para generar los supuestos voltios.

¿Hasta dónde está dispuesto el sujeto a obedecer? ¿Hasta dónde le va a infringir daño a un inocente que le es completamente desconocido?

Los voluntarios que se sometieron a las órdenes del investigador administran potentes descargas a pesar de los gritos de dolor.

A medida que el nivel de descarga aumenta, el alumno empieza a golpear en el vidrio que lo separa del maestro y se queja de su condición de enfermo del corazón, después aullará de dolor, pedirá el fin del experimento, y finalmente, al alcanzarse los 270 voltios, gritará de agonía.

Lo que el participante escucha es en realidad una grabación de gemidos y gritos de dolor del actor.

Si el nivel de supuesto dolor alcanza los 300 voltios, el alumno dejará de responder a las preguntas y se producirán estertores, o sea, ruidos anormales durante la respiración, previos al coma.

En general, cuando los maestros alcanzaban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus alumnos y querían parar el experimento, pero la autoridad del investigador les hacía continuar.

Al llegar a los 135 voltios, muchos de los maestros se detenían y se preguntaban el propósito del experimento.

Cierto número seguía, pero asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias, desviando por tanto la responsabilidad de lo que hacían.

Algunos participantes incluso se empezaron a reír de los nervios al escuchar los gritos de dolor que provenían de su alumno.

Si el maestro le dice al investigador que no quiere continuar, este le indicaba imperativamente y según el grado lo siguiente:

  1. er grado: Continúe, por favor.
  2. do grado: El experimento requiere que usted continúe.
  3. er grado: Es absolutamente esencial que usted continúe.
  4. to grado: Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.

Si después de esta última frase el maestro se sigue negando a continuar, se para el experimento. Si no, el experimento se detenía solo después de que se hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.

En el experimento original, el 65% de los participantes (o sea, 26 de los 40 que participaron) aplicaron la descarga máxima de 450 voltios, incluso después de escuchar al alumno pedir que paren, incluso después de escuchar al alumno decir que tiene problemas al corazón, incluso después que el alumno grita y pide ayuda desesperadamente, incluso después que el alumno pierde la conciencia o algo peor, incluso así el 65% siguió.

Todos los maestros pararon en cierto punto y cuestionaron el experimento, algunos incluso dijeron que iban a devolver el dinero que se les había pagado.

Ningún participante se negó rotundamente a aplicar descargas antes de alcanzar los 300 voltios, nivel en el que el alumno dejaba de dar señales de vida.

Ninguno de los participantes que se negaron a administrar las descargas eléctricas finales solicitó que terminara el experimento, que se dejaran de realizar ese tipo de sesiones, ni fueron al otro cuarto a ver el estado de salud de la víctima sin antes solicitar permiso para hacerlo.

Este es el experimento que nadie quiere que conozcas porque tal vez demuestra lo que muchos de nosotros realmente somos.

Si yo te hubiera preguntado antes de que sepas el resultado del experimento cuántos crees vos que obedecerían al investigador y llegarían hasta el final del experimento, y cuánta descarga eléctrica crees que suministrarían, seguramente me hubieras respondido lo mismo que le respondieron a Milgram en una encuesta que hicieron a los alumnos, adultos de clase media y psicólogos, ellos dijeron que el promedio de descarga se situaría en 130 voltios con una obediencia al investigador del 0%.

Todos ellos creyeron unánimemente que había que ser un sádico para aplicar el voltaje máximo.

¿Será entonces que nos creemos mejores personas de lo que verdaderamente somos?

Variaciones del Experimento

En su libro Obediencia a la Autoridad, Una Visión Experimental, Milgram describe diecinueve variaciones de su experimento:

Experimentos 1 al 4

A mayor distancia física respecto de la autoridad, menor es la obediencia, en particular en el experimento 2, cuando reciben instrucciones por teléfono.

La obediencia disminuye un 21%. Algunos participantes trataron de engañar a la autoridad en este experimento fingiendo que continuaban con el mismo.

A menor distancia física respecto de la víctima, menor es la obediencia, como cuando tuvieron que mantener físicamente el brazo de la víctima sobre la placa que genera la descarga eléctrica. Sólo 30 % de los participantes completaron el experimento en estas condiciones.

Experimento 8

Los participantes fueron mujeres; anteriormente todos habían sido hombres. La obediencia no varió significativamente, aunque las mujeres manifestaron haber experimentado mayores niveles de estrés.

Experimento 10

Se eliminó el factor de prestigio quitando a la universidad de Yale y realizó el experimento una entidad comercial llamada Investigadoras asociadas de Bridgeport en una oficina modesta de Bridgeport, Connecticut. La obediencia cayó al 47,5 %.

Experimento 17

Los participantes fueron acompañados por uno o dos «maestros» (que también eran actores). Cuando dos maestros suplementarios se negaron a cumplir las órdenes, 4 de los 40 participantes continuaron en el experimento, lo cual en lo personal me llama poderosamente la atención porque ahora tenes la complicidad de dos personas más que te apoyan en la decisión de terminar y sin embargo esos 4 siguieron hasta el final.

Experimento con máquinas

Se usó una simulación de computadora en lugar de un aprendiz que recibía descargas, los participantes que administraban las descargas eran conscientes de que el aprendiz era irreal, sin embargo los resultados fueron los mismos.

Otros experimentos

En una popular serie de ABC de 2006 llamada Basic Instincts, repitió el experimento de Milgram, los resultados fueron los mismos para los hombres.

En un segundo experimento con mujeres se mostró que eran más proclives a continuar el experimento.

Un tercer experimento, con un maestro adicional para generar presión, mostró que en estas condiciones los participantes continuaban con el experimento hasta el final.

Lo siguiente que te voy a mostrar es aún peor en términos de porcentajes, así que si no quieres despertar mejor dejá de ver acá.

Capítulo 3: El Juego de la Muerte

Le Jeu de la Mort

El juego de la muerte es un documental que profundiza en el experimento de Milgram, pero esta vez el contexto en lugar de ser una Universidad, es un plató de televisión.

El programa de televisión se realizó en 2009 en Francia.

Todo bajo la misma premisa que el experimento de Milgram, pero ahora la autoridad es la conductora del programa y la presión autoritaria que ejerce un programa del tipo reality con público, con audiencia, técnicos, camarógrafos, etc. Es decir, mayor nivel de autoridad.

El Método

El método es idéntico al de Milgram, se busca que el experimento no sufra variaciones que modifiquen lo ya concluido, sólo sufriría algunas variaciones propias de la época y del contexto del experimento. Así como en el experimento de Milgram los sujetos son voluntarios, sin premios o algún tipo de recompensa ya que se les dice que es un episodio piloto.

El falso concurso se llamaría La Zona Xtrema y al igual que antes consiste en una prueba de memoria en la que dos personas concursan para repartirse un premio de un millón de euros (dinero que no es tal, recuerden que se les dijo que es un piloto).

Paralelamente se medían también las reacciones del público de estudio, que igualmente creía ser público de un episodio piloto ya que el público también estaba conformado por voluntarios.

El experimento mostró 81% de obediencia en los sujetos, es decir, el 81% de los participantes llegaron hasta el final y el público se comportó de manera sumisa ante las exigencias del falso programa. Esto es un 16% más de obediencia que en el Experimento de Milgram, donde recordemos se obtuvo un resultado del 65%.

Así que si, el 81% de nosotros llegaría hasta el final hasta matar a un desconocido en el contexto de un programa televisivo.

Capítulo 4: Ejemplos de la Vida Real

Si nos alejamos un poco del contexto científico de toda esta cuestión y nos acercamos a ejemplos de la vida real podemos encontrarnos con casos de obediencia a la autoridad en contextos cotidianos.

Desde abril de 1995 a junio de 2004 hubo una serie de engaños en la cual trabajadores de restaurantes de comida rápida en Estados Unidos recibían una llamada de alguien que decía ser oficial de policía u otra figura de autoridad, persuadía a las figuras de autoridad como gerentes o jefes del restaurante y les solicitaba ayuda para detener a un empleado o cliente sospechoso de un delito, como robo o posesión de drogas. Después proporcionaba una descripción genérica del sospechoso que el gerente reconocía, normalmente la descripción coincidía con una empleada joven, pero algunas víctimas eran hombres o mayores de edad, luego le pedía que registrara a la persona sospechosa.

Las tareas comenzaban inicialmente con registros corporales antes de volverse gradualmente más invasivas y de naturaleza sexual a medida que avanzaba la «investigación». Al cabo de un rato el hombre que llamaba había preparado al gerente hasta el punto de que hacía casi cualquier cosa que le pidiera, como azotes, besos, tocamientos inapropiados, sexo oral e incluso agresión sexual y violación.

Muchos de los incidentes duraban horas antes de que los participantes del registro corporal se dieran cuenta que la llamada era un engaño o por que alguien aparecía en la escena.

David R. Stewart en el Juicio

El artífice tuvo un alto nivel de éxito al persuadir a las víctimas para que realizaran actos que no habrían realizado en circunstancias normales. El principal sospechoso de estas llamadas era David R. Stewart, fue encontrado no culpable en el único caso en el que fue a juicio.

Mi Reflexión

Para estas alturas estoy seguro que estás perplejo de escuchar todo lo que expuse en este vídeo, a veces hay cosas que sería mejor no conocer, ¿verdad?, algunos a veces sólo quieren ser como Stanley y simplemente hacer lo que les digan, seguir apretando el botón, salir de sus casas e ir a trabajar, cumplir órdenes, evitar pensar que todos los días nuestro cuerpo lucha por evitar lo predecible, lo inevitable de la vida, ¿para qué?. Mejor mantenerse en la cómoda ignorancia y si por esas cosas de la vida la pantalla del Computador deja de dar órdenes, entonces mejor seguir al ganado, mejor acatar las instrucciones del narrador.

La realidad empírica de este experimento es que muchos de nosotros le causaríamos daño a otro, llevándolo incluso hasta la muerte, el 81% de nosotros de hecho, para ser exacto.

Esto seguro que nos deja pensando, reflexionando sobre quienes somos verdaderamente.

Creo yo que a veces muchos creen ser otra clase de persona cuando en realidad son cómplices de un sistema que aunque no les guste se acomodan para encajar, para sacar una ventaja que los posicione sobre el otro.

Este tipo de experimentos no se quiere que se sepan, están mal vistos, incluso en el ámbito científico.

Mirá acá mi video documental completo: